Hay frases que marcan. A veces, una oración sencilla, dicha con ligereza por un adulto, puede dejar una huella profunda en el corazón de un niño. Frases como “Te portas mal, por eso no tienes premio” o “Él se lo ganó porque es bueno” no solo comparan, sino que colocan etiquetas emocionales difíciles de borrar. En la infancia, donde cada palabra tiene un eco largo, el trato desigual dentro del hogar puede convertirse en una herida emocional duradera.
La crianza es un terreno delicado, especialmente cuando los niños conviven con figuras adultas que no comparten los mismos valores ni formas de educar. Como padre, me ha tocado ver cómo la diferencia de trato afecta el bienestar emocional de los hijos, incluso cuando no se hace con intención de dañar. Por eso, es vital detenernos y reflexionar sobre cómo nuestras acciones —y también nuestras omisiones— impactan profundamente en su construcción emocional.
Las consecuencias invisibles del trato desigual
Los niños no necesitan grandes injusticias para sentirse excluidos. A veces basta con observar que otro recibe cariño, atención o reconocimiento por algo que ellos también intentaron. Esa sensación de ser menos puede instalarse en su autoestima como una verdad silenciosa y dolorosa.
▸ Autoestima fracturada
La psicóloga Susan Harter, especialista en desarrollo del autoconcepto infantil, sostiene que los niños construyen su identidad a partir de los mensajes que reciben de los adultos significativos. Cuando un niño escucha constantemente que “no se lo merece” o que “no se porta como debería”, corre el riesgo de internalizar la idea de no ser suficientemente bueno. Esta narrativa puede acompañarlo mucho tiempo y condicionar sus relaciones futuras.
▸ Ansiedad emocional
El miedo a no agradar, a no cumplir con las expectativas de un adulto que representa autoridad o afecto, puede generar estrés crónico. Estudios del Harvard Center on the Developing Child advierten que la exposición constante a situaciones de estrés emocional durante la infancia impacta negativamente el desarrollo cerebral, afectando la capacidad de autorregulación y aprendizaje.
▸ Daño en el vínculo entre hermanos
Cuando uno de los hijos es percibido como “el bueno” o “el preferido”, el otro puede desarrollar resentimiento, no solo hacia el adulto que lo excluye, sino también hacia el hermano que recibe el trato positivo. Esta tensión erosiona la relación fraterna y dificulta la cooperación y la empatía entre ellos.
El riesgo silencioso para el niño favorecido
Paradójicamente, el niño que recibe atención preferencial tampoco sale beneficiado. Si siempre se le recompensa por comportarse “bien”, puede generar una imagen distorsionada de sí mismo.
▸ Expectativas infladas
Sentirse constantemente premiado por encima del otro puede hacer que desarrolle una autoimagen sobrevalorada, lo que le dificultará adaptarse a entornos donde no sea tratado con la misma indulgencia.
▸ Normalización de la desigualdad
Más grave aún, puede llegar a naturalizar la discriminación emocional, creyendo que es normal que algunos merezcan más afecto que otros. Esta creencia distorsiona su sentido de la justicia y su capacidad de empatizar con quienes lo rodean.
Entender el fondo: por qué ocurre el trato desigual
Alfred Adler, pionero en la psicología infantil, explicaba que todos los niños buscan pertenecer. Cuando uno se siente excluido o menospreciado, su necesidad de conexión queda insatisfecha, y esto afecta profundamente su comportamiento y su autoestima.
Adler invitaba a los adultos a observar cómo sus acciones y palabras impactan emocionalmente en cada niño, entendiendo que la equidad no significa tratar a todos igual, sino dar a cada uno lo que necesita para sentirse valioso.
Cómo fomentar una crianza más justa y compasiva
A veces no somos conscientes de nuestras propias respuestas automáticas. Por eso, aquí algunos principios que me han funcionado como padre, y que están respaldados por la evidencia psicológica:
🟠 Cuidar el lenguaje y evitar comparaciones
En lugar de decir: “Tu hermano sí se porta bien”, es mejor validar las emociones y necesidades individuales:
“Parece que estás teniendo un día difícil, ¿quieres que hablemos o te ayudo de otra forma?”
Esto ayuda a desactivar la competencia emocional y refuerza la conexión.
🟠 Recompensar con equidad, no con favoritismo
Los refuerzos positivos deben basarse en el esfuerzo, no en la comparación. Un simple:
“He visto cuánto te esforzaste por controlar tu enojo, eso requiere valentía”
genera un impacto emocional mucho más constructivo que entregar premios según un “ranking” de comportamiento.
🟠 Fomentar empatía y cooperación, no rivalidad
Las dinámicas familiares no tienen que ser escenarios de competencia. Juegos cooperativos, actividades conjuntas y conversaciones sobre sentimientos ayudan a fortalecer los lazos entre hermanos y a modelar el respeto mutuo.
El valor de la escucha emocional
Cuando un niño expresa que se siente excluido o menos querido, nos está entregando su vulnerabilidad. Escucharlo sin juzgar, validar su emoción y abrir un espacio de diálogo es una forma de reparar el daño y demostrarle que sus sentimientos importan.
No siempre podemos controlar lo que ocurre en otros entornos, pero sí podemos ofrecer un refugio emocional donde se sientan seguros, amados y valorados. Esa base, aunque sencilla, les da la fuerza para enfrentar con resiliencia situaciones que no están bajo su control.
Reflexión final
Criar en familia implica ser conscientes de que cada palabra, cada gesto, cada comparación tiene un peso emocional. El trato desigual no solo afecta al niño que se siente discriminado, sino también a quien es favorecido, y al equilibrio emocional del hogar.
Educar con justicia y amor no significa eliminar toda diferencia, sino cultivar una mirada compasiva que sepa ver la individualidad de cada hijo y responda con respeto a sus necesidades emocionales.
Cuando criamos desde la conciencia, estamos enseñando que el valor de una persona no se mide por su obediencia, sino por su humanidad. Y esa lección, cuando se siembra en la infancia, florece durante toda la vida.